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sábado, 12 de abril de 2014

Hace doscientos años. El manifiesto de los persas y Frasquita Larrea

    Como tuve ocasión de publicar en «El patriotismo anticonstitucional de una mujer gaditana: Frasquita Larrea (1775-1838)» (La ilusión constitucional: pueblo, patria, nación, ed. A. Ramos Santana, Cádiz, 2001, pp. 129-146) y en «El discurso de Frasquita Larrea y la politización del Romanticismo» (2002), la circulación de las noticias, de los papeles públicos, debió ser lo suficientemente rápida -quizás oficialmente se conociera desde el día 4, según Castro- como para que a finales de abril de 1814 Frasquita expresara abiertamente en Fernando en Zaragoza. Una visión que el rey debía constituirse en el verdadero guía de sus vasallos cristianos para conducirlos por la senda «de la verdadera ilustración», al tiempo que le invitaba a liquidar la obra constitucional de «una turba que se llama liberal por antonomasia». El folleto publicado antes del día 29 en que el Redactor general se hace eco del mismo -con grandes dosis de ironía, por cierto-, no pasó desapercibido y fue denunciado ante el tribunal de censura.
      No puede extrañarnos la coincidencia de las ideas publicadas por Frasquita Larrea con la expresada en el «Manifiesto de los persas», publicado hace doscientos años y cuyos planes el monarca no tardaría en llevar a cabo muy pocos días después. Algo de esto se temían los liberales, pero la prudencia o cierta incredulidad dominaban en algunos de sus adeptos, según se desprende de la crónica del viaje de Fernando VII que publica El Redactor General.


     
    

lunes, 7 de abril de 2014

Una linterna mágica sevillano-mexicana

En homenaje a nuestros amigos mexicanos quiero recordar aquí la siguiente publicación:

La linterna mágica era un dispositivo óptico conocido ya, al menos, desde el siglo XVII y usado por los jesuitas como instrumento pedagógico. Su popularidad es tal que en el XVIII se convierte en un espectáculo que compite en los teatros por el favor del público junto a otras diversiones como las máquinas corpóreas, sombras y fantasmagorías. A comienzos del XIX son numerosas las publicaciones que tienen en su cabecera el nombre de este aparato de proyección, como sucede con
la Linterna mágica o semanario fisonómico para conocer bien al emperador de los franceses y su honrada familia: dividido en varias escenas y coloquios publicada en Sevilla en 1808. La lógica imperialista de la monarquía hispánica explica que esta cabecera se reimprimera al año siguiente en México, más aún cuando toda la América veía con temor que las tropas españolas no eran capaces de contener el avance francés y que Napoleón soñaba con alcanzar los territorios que la corona española poseía al otro del otro lado del Atlántico, de ahí que el título apunte al objetivo desenmascarador de esta publicación.
     A lo largo de la centuria, se publicarán otras tantos periódicos homónimos, como tuve ocasión de comentar en el XII Congreso del Centro Internacional de Estudios sobre Romanticismo Hispánico "Ermanno Caldera" en Verona.

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