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viernes, 27 de abril de 2012

Callejero del Doce. Calle Ancha.

Retomo la serie  «Callejero del Doce», que iré ligando también a las calles próximas a los emplazamientos donde van a tener lugar las «Tertulias que hacen Historia».

Siendo una de las principales arterias de la ciudad, la calle Ancha fue una vía colmada de pequeñas pero conocidas tiendas, de las que puede rastrearse su presencia, entre otras fuentes, en los avisos o anuncios del Diario mercantil de Cádiz.  Allí, se nos habla de la existencia del conocido almacén de paños «León de las dos Castillas», calle Ancha, número 6 (DM, 26 noviembre 1810), del obrador y tienda contigua a la calle Ancha de D. Francisco Cruzado (DM, 15 diciembre 1810 ), de una tienda de vinos en el nº 74 y de algunas librerías, que tendrían especial relevancia en los años de las Cortes, como la de Victoriano Pajares, en la calle Ancha junto a las Recogidas en el nº 62 y 1/2 -donde daba trabajo a Felipe Cebrián-, o la de Manuel Jiménez Carreño, que, al menos desde 1801 tenía una tienda, en el nº 69 de dicha calle, donde además de vender libros se encuadernaba, y donde también trabajaban Nicolás Jiménez Carreño y Carlos Merin. 
            No es extraño, pues, que en esta conocida calle tan próxima al Oratorio de San Felipe Neri, hubiera también varios puestos de papeles públicos, donde se vendían algunos de los principales periódicos de la época como el  Diario mercantil de Cádiz y El Obervador (DM, 31 de marzo de 1811).
            Por otra parte, en estas fechas, aunque las tiendas estuviesen especializadas en determinado género, se abrían a otras posibilidades, como nos recuerda el mismo Diario, al avisar de que «En el almacén de paños de calle Ancha (número 67) se venden cartas marítimas de algunas provincias de España y de América» (DM, 20 de septiembre 1810).
 Lo normal era, no obstante, que las tiendas de Ancha destacasen por traer un género exquisito, que se publicitaba con todo lujo de detalles:

«Se vende una estampa alegórica a la entrada del marqués de la Romana en Galicia, hecha en Valencia al estilo de tinta china por el profesor de pintura don Asensio Mulia y se hallará en el almacén de la calle Ancha; tal vez, el mismo que en otro momento se indica más explicitamente comol despacho de papeles, en Ancha, número 66 y medio, si es que no había otro en esa misma calle».


           Muy conocida sería también la tienda de Ancha nº 74, donde «se vende vino blanco de Xerez de exquisita calidad por botas, medias botas y barriles: desde las 12 hasta las 2 de la tarde. Asimismo hay vinos generosos o de postre» (DM, 30 marzo 1811). 
            Claro que no todo eran tiendas, también se anunciaban otro tipo de ofertas que tratan de ajustarse a las demandas de una población creciente:«El maestro de latinidad don Juan Pujadas ha abierto un aula pública de lengua latina, retórica y poética en calle Ancha, en que se enseñará según los principios sencillos de los más sabios modernos». (23 de diciembre de 1811)
              Lo cierto es que la calle Ancha era muy concurrida por el vecindario, aunque algunas circunstancias hicieron que la natural afluencia de paisanos, fuera destacada por la prensa, como ocurrió con la llegada de Ballesteros, que se alojaba en la Casa de los Cinco Gremios:

«Entró en esta plaza el general Ballesteros, seguido de un inmenso pueblo que no cesaba en vivas y aclamaciones. Quien quiera honra, que la gane, como este ilustre defensor de la patria. Y ayer toda la mañana y toda la tarde ha estado muy concurrida la Calle Ancha, con el único objeto de ver al general, que se hallaba en la casa de los Gremios» (30 de agosto de 1811).
            De modo que el ser una calle tan frecuentada, tan próxima a San Felipe Neri y con tabernas y cafés cercanos, la convirtió en uno de los mentideros de la ciudad, de donde se hizo famoso el vincular los rumores y noticias vagas a los corrillos que allí se reunían, tal como recoge la prensa de aquellos años: «Ballesteros se encuentra en Tarifa, según se rumorea en la calle Ancha» (21 septiembre 1811).

            O bien:

«Ya se rumorea por la calle Ancha que Lord Wellington ha conseguido importantes ventajas sobre el mariscal Marmont en las cercanías de la salmantina Ciudad Rodrigo» (7 de octubre de 1811).

Y así los periódicos El Redactor General, primero, que explicaba el sentido de dicha sección en su prospecto, y El Conciso, después, inaugurarían una sección que  se hacía eco de tal rumurología, como ocurre en el siguiente caso:

«CALLE ANCHA. El general Copons se halla entre Vejer y Medina, y un cuerpo de tropas inglesas, procedente de Tarifa, en Facinas. Asegúrase que el general ballesteros ha hecho en Villamartín cerca de 300 prisioneros de la división del general Semelé, que se ha retirado a Espera. Corren voces de haber desistido Suchet de su empresa contra Valencia. Parece que el general Girard ha entrado en Sevilla con las reliquias de su división». (8 de noviembre de 1811).
                                    (Más en el Dietario de los Bicentenarios). 

            Claro que eso mismo hacía que muchos serviles tuvieran una pésima opinión de quienes por se congregaban en tales tertulias improvisadas, como amonesta el autor de Mi sueño o la concordia, que llegaba incluso a considerar a los asistentes a las Cortes como un, «cúmulo de vagos, que sólo nos empleamos en recorrer los cafés, la calle Ancha y otros parajes, para enfurecernos y concertarnos en el modo de deslucir a los que no piensan como nosotros en el Congreso». Así, algunos interesados, como recuerda Beatriz Sánchez Hita, denunciaron el papel a Carmen Silva, por entonces editora y redactora del Robespierre español (1811)..
             En fin, la calle Ancha tenía tanta vida o más que hoy, así que al recorrerla en estos días no es difícil imaginar cómo sería entonces.

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