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jueves, 8 de septiembre de 2011

Esperanza Aguirre.

No lo he podido evitar. Aunque no voy a hablar de la famosa carta y sus faltas de ortografía, sino del flaco favor que se hace a la educación insinuando que trabajamos menos que nadie.
Es echar más leña a un fuego que no lo necesita, el del desprestigio del profesor.
Como en todas las profesiones, los hay que no dan golpe, o, al menos, que hacen lo menos posible; pero desde luego conozco a muchos, en todos los niveles educativos, que hacen su trabajo con auténtica vocación, que echan horas al día hasta decir basta y que buscan cada día la mejor forma de que sus alumnos aprendan, avancen en su camino particular del conocimiento, a pesar de las limitaciones de los medios, el escaso apoyo de algunas administraciones, la tibia o nula colaboración de algunos padres y la apatía de algunos estudiantes, porque si no hay voluntad, desde luego, no se aprende.

Hace doscientos años. De tabernas y otras

Ya se ve que algunas cosas no han cambiado:


http://www.uca.es/bicentenarios/dietario-bicentenarios

Quevedo. No todo es el Doce

Pues eso, que tal día como hoy murió Francisco de Quevedo en Villanueva de los Infantes, una población preciosa.
De Quevedo aún queda mucho por conocer, como su recién descubierta faceta de censor, pero desde luego no hay que perderse sus sonetos y su prosa satírica, especialmente sus Sueños.
Una página excepcional dedicada al autor:


http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/quevedo/
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